Existen especies que por su fragilidad han sido sujetas a cuidados especiales por parte de los gobiernos.
Obviamente, es imposible crear programas para proteger a todas y cada una de las especies del planeta, tanto más que una gran parte no se conoce todavía, y su importancia es en muchos casos desconocida. Así que deben buscarse otras alternativas para preservar el estado de los ecosistemas.
Es vital tener un criterio para dar valor a cada especie.
En primer lugar, existe el "romántico" (y para mi, más que suficiente) criterio del valor intrínseco de cada especie, por el cual cada especie tiene valor per se, ya que es un resultado único e irrepetible de la evolución.
Tomando en cuenta el criterio anterior, se puede justificar ampliamente la protección de alguna especie debido a que pertenezca a un linaje evolutivo cuya diversidad se cioncentre en una o unas cuantas especies. Un ejemplo de esto, sería la tuátara (Sphenodon), único género sobreviviente de un orden que se separó del resto de los reptiles hace 200 millones de años. Otro, que a pesar de poseer aún miles de especies está entre los vertebrados más amenazados por la extinción (una de cada tres especies) son la clase de los anfibios. Su linaje se remonta al Devónico y se separaron del resto de los tetrápodos en el Jurásico. Esta clase de organismos son un reservorio genético muy distinto a los taxa más diversificados en la era actual.
Existen, sin embargo, especies cuyas exigencias ecológicas incluyen grándea áreas, con lo cual su sola protección significa una clara protección del ecosistema al que pertenece. Estas son las llamadas especies "sombrilla". Un ejemplo de tales especies es el jaguar (Panthera onca), cuyo amplio territorio obliga a proteger cientas de hectáreas de selva.
Existen, sin embargo, especies cuyas exigencias ecológicas incluyen grándea áreas, con lo cual su sola protección significa una clara protección del ecosistema al que pertenece. Estas son las llamadas especies "sombrilla". Un ejemplo de tales especies es el jaguar (Panthera onca), cuyo amplio territorio obliga a proteger cientas de hectáreas de selva.
Otras especies, por ejemplo, aunque incluso no sean tomadas tan en cuenta realizan un papel mucho más importante, debido a la gran cantidad de especies que dependen de ellas o con las que interactúa, la desaparición de éstas sería una catátrofe para el ecosistema en que se encuentra, e incluso para el planeta entero. ¿Se han puesto a pensar en que pasaría si desaparecieran, por ejemplo, los encinos (Quercus)? ¡Sería el fin de cientas (si no es que miles) de especies!
Por desgracia, el valor que normalmente se le da a cada especie no depende de sí misma, de su linaje evolutivo, de su función en el ambiente , ni siquiera aún de su utilidad al hombre, sino del valor monetario que proviene de su supervivencia o explotación.
Por desgracia, el valor que normalmente se le da a cada especie no depende de sí misma, de su linaje evolutivo, de su función en el ambiente , ni siquiera aún de su utilidad al hombre, sino del valor monetario que proviene de su supervivencia o explotación.
En este mundo que se basa en dinero, es en muchas ocaciones nuestro deber como profesionales del área de ciencias biológicas, determinar el valor de una especie o un ecosistema en relación a beneficios económicos que son más inmediatos y perceptibles (en la visión de quienes no se dedican a nuestra rama) que el resto de ventajas que ofrece la preservación de la diversidad.
Es cierto, en ocasiones hay que ver con ojos de economista, de fabricante o incluso de político para justificar la preservación. Sin embargo, es también nuestro deber extender el criterio de la población y hacerle saber el valor total de una especie es más que los pesos que te puede meter en la bolsa.